miércoles, 21 de agosto de 2013

Despedida.

Cuando eres feliz te cuesta escribir. Entre otras cosas porque cuando la vida te parece maravillosa hay que dedicarse a vivirla, no a contarla. Por eso, hoy, un año después de un tiempo difícil de no contar me declaro en huelga. Me pongo de letras caídas y de brazos abiertos, de bolis abandonados y billetes comprados. Hoy cierro los cuadernos y abro la guía de los trenes que tenemos que coger, de los restaurantes en los que vamos a cenar y de las esquinas dónde yo voy a pararme cansada de andar, el mismo sitio en el que tú me vas a rodear con el brazo y vas a decir "Venga, un poquito más". Parece poco, pero es verdad eso de que cinco minutos bastan para soñar toda una vida, a mí me pasa cada vez que descuelgo el teléfono. Y por eso, a partir de hoy dejo de escribir sobre ti, porque a ti no puedo contarte, aunque lo intente. Quizá si llega el día en que no estés vuelva a tener el valor de relatarte.

No es una carta de despedida, es una declaración de intenciones: porque pienso ser feliz todos los días de tu vida, porque la mía te la regalé hace tiempo. Sé que puede estar mal visto, pero no tengo otra opción. Ahora me guardo las tildes y prometo acentuar la vida con besos. Ahora que todo vuelve a estar en calma, ahora que estamos siempre en casa, ahora que va a salir bien. Y si no sale, no te preocupes, tengo la historia más bonita del mundo para contar.



jueves, 6 de diciembre de 2012

6D


Señora, admita que un poco oxidada si está. No es que nos hayamos vuelto unos malagradecidos, entienda solamente que los tiempos cambian, y usted no se ha quitado todavía las hombreras. 

Tampoco es que se trate de una cuestión de moda, que parecería frívolo por mi parte, es solamente que a diferencia de ésta, la política y las leyes son de todo menos cíclicas, o al menos así deberían serlo. Que l
as normas, fundamentales y no fundamentales no están hechas hasta que el pueblo cambia, hasta que se mueve, hasta que las modela con su necesidad. Que lo que hay antes son un puñado de letras que pueden anticiparse y caer en gracia, o no, pero que no son más que las pretensiones calculadoras de un momento concreto y exacto, y nosotros somos más que eso. 

Nosotros, Señora, somos los hijos de la esperanza, los que nacieron con las ventanas abiertas a una libertad conformista, en parte, que llegó corriendo y deprisa. Pero nosotros somos también ahora los padres de la necesidad, porque tenemos la obligación, irremediablemente, de hacer cicatrizar las heridas que se taparon con los vendajes de unas manos cansadas, tenemos el deber de transformar el presente en un futuro prometedor, porque este país está lleno de gente maravillosa. 

Le ruego no se moleste, no nos queremos deshacer de usted como si fuéramos la mafia siciliana, amarrarle un bloque a los pies y ¡hala! No, no, eso nunca. Usted se viene con nosotros, a dónde vayamos, pero ahora quizá le toque jubilarse un poco, ya me entiende, dejar de trabajar pero seguir llevando a los nietos al cole y no se preocupe por la pensión que la suya es vitalicia. Tiene que descansar, lo vamos a hacer bien, tenemos los errores en una mano y las ganas en la otra, se que no es fácil empezar y por eso gracias por traernos hasta aquí. Lo dejo en sus manos, o en las nuestras, que viene a ser lo mismo, ¿no?

¡ Feliz Cumple !


martes, 4 de diciembre de 2012

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En días como éstos la oigo todavía, bajito, nunca más alto de lo que se oye un latido. Ella, que los mira siempre desde un estadio diferente, sin darse cuenta, aquella vez subió mucho más arriba. Les hablaba con el desprecio involuntario con el que se mira al que sabes que no va a entender lo que dices. Fue la vez que más fuerte la vi, más altiva que nunca, y más serena que siempre. Hasta yo, que vivo suspendida en un margen despreciado por unos pocos, a los que la hipocresía de hablarse inferiores les gana la batalla, me volví pequeña. Entonces les dijo:

"Miren, yo tenía un profesor que siempre decía que hay una gran diferencia entre caminar y bailar. Uno camina porque tiene que hacerlo, porque no se puede quedar parado, casi por inercia. Pero uno baila porque quiere, porque lo disfruta. Pues eso me pasa a mí. Hay gente con la que puedes caminar, pero yo con ella prefiero bailar:"

Me miró orgullosa. Y yo más que con orgullo le devolví la mirada con la admiración del feligrés que contempla a una virgen. 

Probablemente estaría lejos de serlo, pero a mí me devolvió la fe. 


miércoles, 14 de noviembre de 2012

A un ángel...

Hay profesores y hay maestros, y luego estaba Javier. Todavía sin tener que cerrar los ojos lo recuerdo entrando con su guitarra de la mano, que no en la mano, en el colegio, sentándose en frente de nosotros y haciéndonos soñar. Todavía como si fuera ayer lo escucho diciéndome "dale esto a tu madre", el papel en el que escribió la oportunidad de hacer felices a tantos de nosotros cantando en la coral. Las primeras tardes en Trasmontaña, las primeras canciones. Las actuaciones en los teatros, las navidades en la Casa Museo Pérez Galdós, los días de tomar las medidas para los uniformes nuevos en el Corte Inglés, la vez que grabamos el video clip de nuestro primer disco.

Ninguno de ustedes vio como nos "ponía caras" para que riéramos mientras estábamos cantando. La emoción de verlo llegar con un papel nuevo, que significaba una nueva canción, y lo especial que era su relación con cada uno de nosotros. La tristeza de no poder contarle ahora lo agradecida que estaré siempre por su apoyo, porque su forma de valorarme me hizo crecer con seguridad, se transforma en el orgullo de poder decirle a todo el mundo que fui alumna de Javier Rapisarda, que el corazón siempre me sonará al ritmo de "Arucas piedra, Arucas platanar, Arucas laboriosa de olor a cañaberal" y que donde está, en más corazones de los que nunca imaginó, sonreirá cada vez despliegue las alas un Apupú.




"Gracias"

miércoles, 10 de octubre de 2012

Monstruos

Tu siempre me esperas para escribirte, aunque últimamente te tenga un poco olvidado, siempre estás aquí, tan blanco como siempre, a lo que te echen. Lo cierto es que hubieron noches que ni siquiera tú pudiste consolarme, pero yo creía, siempre creí, y eso fue lo que me mantuvo viva. 

Me mantuve viva cuando todo estaba perdido, cuando se me moría en las manos. Me mantuve despierta para regresar, me mantuve fuerte para estar sin estar, y lo conseguí. Quizá las heridas de la supervivencia cuando llegas a tierra son más profundas de lo que pensabas, te hacen crecer aunque no quieras, y el bien y el mal se difuminan fundiéndose en algo tan abstracto que no eres capaz de vislumbrar más allá de la luz que persigues más que empeñado, más que obstinado, más que obcecado. Probablemente el camino te haya hecho endurecer más de lo que te hubiera gustado, y las cosas de las que no te sientes orgulloso te perseguirán toda la vida, porque no ser lo que se espera de uno es más grave que equivocarse.

Y puede ser que se esperara otra cosa, yo no lo sé, pero cada noche, cada día, en cada momento que desaparecía y me quedaba sola, más sola de lo que he estado nunca, imaginar me mantuvo a salvo. Llámalo fanatismo o como quieras, pero fue creer lo que hizo que no me perdiera por el camino, aunque no lo parezca, aunque no encarne la figura que esperabas pude elegir entre desvanecerme y luchar y elegí la más difícil, la más arriesgada. 

Yo puedo no ser como esperas, la consideración de la perfección es tan indeterminada que ahora me dar por pensar que quizá hubiera sido más fácil desaparecer, dejando el recuerdo de lo que soy y que crees que fui. Pero tú me querías aquí y hasta aquí llegué persiguiendo un sueño, tres palabras, llámalo cuento o futuro, como quieras. 

Pero ahora estoy cansada, de repente y sin quererlo, y ni siquiera escribir me calma. Seguramente será la noche larga, y descansar el corazón es todavía una utopía. Dicen que llevo mucho tiempo viva, más de lo normal, y no quiero morirme un poco, no quiero morirme más de una vez en el camino. 

martes, 2 de octubre de 2012

PD:

Ahora que lo pienso, y que la fiebre me ha dado una pequeña tregua vengo a explicar que nos pasamos la vida diciendo que no: que esto no se dice, que no se hace, que no se piensa, que no se siente.  No es que sea yo la persona más indicada para explicar este modelo de conducta, aunque quizá la imposibilidad de seguirlo me otorguen más razones para hacerlo. Lo cierto es que no vale de nada.

Si, mira, está genial eso de ser prudente y yo meto la pata muchas veces. ¿Pero sabes que pasa? Que no se tú, pero yo no tengo ni idea de dónde voy a estar mañana, y si estoy lejos quisiera decirte antes que me gusta estar cerca, que si no puedo hablar, mejor contarte ahora que todos los días tienen un minuto para cerrar los ojos y verte la cara, que si no voy a poder escucharte, mejor que me cantes tu canción preferida, y que si no vuelvo a escribirte sepas, que todavía no he podido escribir nada tan cierto como tu nombre.


"Y no dejes de soñar"